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sábado, 29 de setembro de 2007

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Enric Castelló
Periodista

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Un maestro del cuento
Enric Castelló | 29/06/2007 - 21:03 horas
Explica Gabriel García Márquez que sólo vio a Ernest Hemingway una vez en su vida, paseando por París en 1957, parece ser que por pura casualidad. Aquel era un joven estudiante y, aunque tuvo ganas inmensas de hablar con el genio, tan sólo se atrevió a gritarle de acera a acera en español "Maestro", a lo que Hemingway contestó en su castellano de torero: "Adiós, amigo". Gabo relata la anécdota la en el prólogo de la colección de cuentos de Ernest Hemingway que Lumen acaba de publicar, una delicia ideal para la época estival.

Coincido con García Márquez en que Hemingway fue un escritor de relatos breves y sus novelas parecen cuentos alargados. Ahora bien, los cuentos son de una fuerza tremenda. Lo que a uno le deja realmente en estado de choque es su capacidad para dialogar y describir. El diálogo y la descripción son en mi opinión las dos artes que Hemingway dominó y supo utilizar mejor en relatos como los recopilados en esta antología: selección que el propio escritor hizo de sus escritos en 1938 y que fue conocida como Los cuarenta y nueve primeros cuentos.

En esta selección encontramos obras clave como Las nieves del Kilimanjaro y Los asesinos, o exquisiteces como La breve vida feliz de Francis Macomber. También se recogen cuentos sobre su experiencia en España, como El invicto, un brillante relato sobre el toreo. Son historias que exploran la convivencia del hombre con la naturaleza, las relaciones humanas, los miedos y las más bajas pasiones. En Hemingway encontramos el escritor norteamericano aplicando su mirada en África, España, Italia o Francia, tamizando la realidad con su filosofía a veces existencialista, hasta nihilista. Es, como diría Ítalo Calvino, "el espíritu de América" que vaga por el mundo "sin un claro por qué". Es quizás, precursor de lo que vendrá, de una expansión económica y cultural (un imperialismo para muchos) que cien años después vive su cenit.

Estilo desnudo
En Hemingway encontramos un diálogo vivo y verosímil, una descripción desnuda y nítida. Su estilo es purificado, a veces telegráfico. La acción aparece ante nuestros ojos de forma prístina: "Los dos botes se deslizaron en la oscuridad. Nick oía los escálamos del otro bote un poco más adelante, en la neblina. Los indios remaban con golpes rápidos y secos. Nick estaba recostado y su padre lo rodeaba con el brazo. Hacía frío en el agua (…) "¿Adónde vamos, papà?" –preguntó Nick. "Al campamento indio. Hay una señora india muy enferma". "Oh" –dijo Nick".

El día que Hemingway ganó el premio Nobel de literatura, Ítalo Calvino escribió que hubo un tiempo en que para él, Hemingway era un dios, pero enseguida descubrió sus límites y sus defectos: "Su mundo poético y su estilo (…) resultaron ser estrechos, con tendencia a terminar en manierismo, y su vida –y filosofía de la vida– de cruento turismo empezó a inspirarme desconfianza e incluso aversión y disgusto". Calvino decía que Hemingway "escribe seco" y que no podía soportar su lirismo, como el de Las nieves del Kilimanjaro (lo peor que ha escrito, para el italiano). Por otro lado, Calvino elogia cuentos como el de El gran río Two-Hearted –incluido en esta antología- donde explica el relato de lo que hace un hombre que sale a pescar solo: "Nada más que una desnuda lista de gestos, rápidas y límpidas imágenes de paso, y alguna anotación genérica, poco convincente, de estado de ánimo como "Era realmente feliz". Es un cuento tristísimo…".

Inicios periodísticos
Me encantan los escritores que me dan ganas de escribir. Con Hemingway me pasa esto –como me sucede cuando leo a Josep Plà. Tras leer uno de sus cuentos a uno le dan ganas de explicar su propia historia, de intentar hacer algo que se pueda comparar con aquello que ha leído, lo que en un principio puede parecer asequible pero enseguida nos percatamos que es una quimera. Quizás esta sensación aparece ante este estilo testimonial, tan cercano al periodismo. Una vez Hemingway dijo que el estilo es una torpeza que alguien no puede evitar; al principio se ve como una falta, más tarde todo el mundo la elogia como tal.

De hecho Hemingway empezó a escribir en un periódico de Kansas City donde, como explicaba en una entrevista para la Paris Review, "uno estaba obligado a aprender a escribir una frase simple, declarativa". El periodismo quizás estuvo en estos inicios, pero él mismo indicaría que "trabajar en un periódico no es perjudicial para un escritor joven y podría ser una ayuda si el escritor sabe irse a tiempo". Lo cierto es que el maestro usaba un lenguaje llano que una vez hizo exclamar al mismo William Faulkner: "Hemingway no ha escrito una palabra en sus libros que haya llevado a un lector a buscar en un diccionario". Extremo pensamos exagerado si damos cuenta del vocabulario que el de Illinois empleó en sus cuentos destinados al mar, a la caza o a la guerra.

En muchos de sus cuentos encontramos figuras que acarrean cierto grado de simbolismo. Pero a Hemingway no le gustaba hablar del valor simbólico de algunos de sus escritos y aconsejaba al lector: "Lea todo lo que escribo por el simple placer de leerlo. Cualquier otra cosa que encuentre será aquello que usted mismo ha puesto en la lectura". Soldado en la primera guerra mundial –Calvino dijo que fue al frente italiano solo para ver cómo era aquello de la guerra–, boxeador, amante de las corridas de toros, trotamundos incansable, aficionado a la caza y a las armas, premio Nobel de literatura (1954), personaje excéntrico allá donde los hubo, depresivo, alcohólico y suicida, Hemingway lidera los anecdotarios de escritores y es una de las figuras literarias sobre la que ha corrido más tinta. Yo creo que cualquier lector/a que se precie debería dar cuenta de algunos de sus relatos, así como de Adiós a las armas.

Ficha de lectura
'Cuentos'
Ernest Hemingway
Traducción: Damián Alou
Editorial Lumen
Barcelona 2007

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