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domingo, 4 de outubro de 2009

Los 40 años de Anagrama, una fiesta del libro en Barcelona



Con el emblema de la independencia editorial, el encuentro reúne una ´cumbre´ internacional de autores y editores en homenaje a Jorge Herralde, titular de la firma.
Por: Josep Massot. Especial para La Vanguardia y Clarín
CUMBRE Un batallón de editores rodea a Herralde. Foto La Vanguardia.
¿Qué sería de mí en España sin Herralde ?", se preguntaba ayer Antonio Tabucchi y después de una pausa subrayada por un gesto cómico, añadía: ¿Y que sería Herralde sin mí? ¿Sin nosotros? Ha hecho un trabajo magnífico". El ánimo celebratorio por los 40 años de Anagrama contagió el encuentro del editor con sus cómplices habituales de otras editoriales europeas y con los autores –Amis, McEwan, Tabucchi, Echenoz, Sharpe...– que convirtieron su catálogo en una referencia regularmente infalible.

Herralde, últimamente también memorialista, dedicó el mediodía a sus invitados extranjeros "para celebrar una fiesta del libro, sin coloquios ni simposios sobre el futuro del libro, ni apocalipsis ni crisis con k". Por la noche, la fiesta se amplió a más de 400 personas, esta vez sí con políticos ( Tresserras y Hereu ), y con una numerosísima presencia de escritores.

Pocas veces se habían visto juntos en Barcelona a autores de todas las generaciones (Castellet, Gimferrer o Fernández Porta), de varios rincones de la Península (Justo Navarro, Luis Magrinyá, David Trueba...), de distintos países (Claudio Magris, Rodrigo Fresán, Jon Lee Anderson, Yasmina Reza, Arundhati Roy....), disciplinas otras (Wagensberg, Llovet, Óscar Tusquets...) y, algo menos frecuente, autores castellanos en cháchara con catalanes (Pàmies, Màrius Serra, Ada Castells Carme Riera...). A ellos se sumaron académicos, periodistas culturales, editores, libreros, distribuidores, y traductores para celebrar con Jorge Herralde y Lali Gubern los cuarenta años de su editorial.
Pero no fue sólo una fiesta de aniversario. Tuvo también algo de conjura espontánea a favor de la edición independiente y de conjuro contra la asfixiante banalización cultural impuesta por los grandes conglomerados. Jon Lee Anderson , periodista del " New York Times " y autor de libros como "La caída de Bagdad", recordaba "cómo en EE.UU. entre los años 80 y 90 han desaparecido casi todas las editoriales y librerías independientes, de manera que en establecimientos como Barnes and Noble, los libros expuestos no son seleccionados por criterios literarios, sino que son espacios comprados por las editoriales. Es inquietante comprobar cómo las presiones económicas se imponen incluso en la blogosfera a costa de la libertad de expresión: Google se convierte en censor en China por razones de lucro".

Anderson cree que uno de los antídotos contra las cada vez más irresistibles presiones económicas en la edición, los medios de comunicación o internet pasa por editoriales independientes. "No todos los grandes conglomerados funcionan como McDonalds, pero cuando absorben a una editorial independiente la dejan como simples marcas. Etiquetas vacías de contenido". Jon Lee Anderson prepara ahora un reportaje sobre los gánsters de Rio de Janeiro, otro sobre el reyezuelo de Somalia y un libro sobre Cuba.
Una de las máximas de Herralde es que en una editorial de calidad son tan importantes los libros que se publican como aquellos que se descartan. Gana la coherencia del catálogo y reafirma la confianza en los lectores. El primer libro que abrió la colección de narrativa extranjera de Anagrama fue uno firmado por Jane Bowles, En los años 80 incorporó a los nuevos autores británicos, justo cuando la novela inglesa dejó de nuevo de ser sólo inglesa. Ian McEwan fue uno de los primeros en ser fichados por la escuadra Herralde y ayer recordaba cuánto le impresionó el apoyo del editor catalán a un autor aún desconocido. Y eso que, como Burroughs martilleaba a Allen Ginsberg para que le retirara la etiqueta de beatnik, McEwan insistía a Herralde en que dejara de citarle en la alineación del british dream team. Le ha hecho caso y de la metáfora del fútbol pasa ahora a la naval y les llama la Gran Armada Británica.

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